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venerdì 30 gennaio 2015

La Unión Africana se ocupa de los problemas del continente

Los conflictos que cruzan África fueron el foco de las discusiones en la Cumbre de la Unión Africana, que se celebró en Addis Abeba, donde asumió la presidencia del presidente de Zimbabue, Robert Mugabe. La principal preocupación es la ofensiva implacable que Boko Haram está llevando a cabo en Nigeria y que recientemente se dirige también al vecino Camerún. La necesidad de abordar el islamista de emergencia con una única respuesta de los gobiernos africanos ha sido sancionado por las palabras del Presidente de la Comisión de la Unión Africana, Nkosazana Dlamini-Zuma, quien dio la voz de alarma para la estabilidad de todo el continente, amenazada por la brutalidad y la violencia de los militantes radicales. Recordando que las víctimas causadas por las acciones de Boko Haram, que se ha intensificado la violencia por parte de exterminar pueblos enteros, eran alrededor de 13.000 desde el año 2009, el Consejo de la paz y la seguridad se ha acordado la necesidad de la creación de una fuerza militar internacional, pidiendo un esfuerzo conjunto de los países de la región, capaz de derrotar a los fundamentalistas islámicos. Las acciones de Boko Haram amenaza, además de la seguridad personal de la población, incluso la posibilidad de un desarrollo económico, habiendo prácticamente tomados como rehenes un área grande de Nigeria. La fuerza militar diseñada para combatir a los fundamentalistas debería contar con 7.500 efectivos, de Nigeria, Camerún, Níger, Chad y Benin, los mismos países que ya a finales del año pasado se habían comprometido en la creación de una fuerza internacional compuesta por 3.000 soldados, nunca llegó a ser operativa debido a los desacuerdos que surjan entre Abuja y los países vecinos. Es esta pérdida de tiempo permitido Boko Haram para intensificar sus ataques, tanto en el país de Nigeria, que en el vecino Camerún, que entró en la lente de los fundamentalistas. La propagación de la zona de operación de los fundamentalistas islámicos condujo una preocupación importante incluso en los países occidentales, temerosos del contagio a las zonas subsaharianos del continente, en una conjunción perfecta con el califato, que Boko Haram dice estar afiliado. La presión de los países occidentales y la ONU podría acelerar el uso de la fuerza internacional que se requiere en Addis Abeba, en cuyo apoyo a la Unión Africana podría buscar la ayuda de potencias africanas adicionales. Sin embargo sólo hay Boko Haram que preocuparse de la Unión Africana: incluso los conflictos en Malí, Somalia, Libia, Sudán del Sur y el Congo son emergencias efectos indirectos para la estabilidad continental. Una de las fuentes de mayor preocupación es la creciente presencia del fundamentalismo religioso en los conflictos, una nueva aparición de fuerzas cada vez más capaces de desestabilizar a los gobiernos débiles y de-legitimado por los continuos cambios en el equilibrio político, que operan en un contexto de profunda incertidumbre, gracias la falta de resolución de la primavera árabe o conflictos internos nunca definió y siempre capaz de desestabilizar los aparatos institucionales frágiles. Estas debilidades estructurales conectados fenómeno, ampliamente denunciada por el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, quien asistió a la cumbre en Addis Abeba, el deseo de permanecer en el poder por muchos líderes africanos, mucho más allá de su mandato y de traicionar lo natural legítimas aspiraciones de la gente que se supone representan. En este sentido, el nombramiento como Presidente de la Unión Africana en la persona de Robert Mugabe, está en marcado contraste con lo que ha estado en el cargo desde 1980 y es acusado por sus opositores de haber retenido el poder con concursos amañados electorales y la intimidación y la violencia contra sus oponentes. Casos similares se registran en la República Democrática del Congo, Burundi, Rwanda y Togo, donde los jefes de Estado de estos países están acusados de cambiar las reglas de la democracia para extender su mandato. Es un aspecto endémico de la operación de varios sistemas de estado que impide que el continente africano para alcanzar los estándares de desarrollo adecuadas a la gran riqueza de materias primas disponibles y que no permite tratar las emergencias humanitarias de forma independiente, enfermedades del hambre (incluyendo Ébola), que asolan el continente.

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