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mercoledì 4 aprile 2018

La guerra comercial entre los EE. UU. Y China

La guerra de deberes iniciada por Trump no puede limitarse solo a la acción de la Casa Blanca. Después de las amenazas europeas llegaron las advertencias chinas, mucho más pesadas y con implicaciones futuras capaces de afectar a toda la economía mundial. Las medidas propuestas por Trump se refieren a la introducción de aranceles del 25% sobre la importación de bienes de China, por valor de aproximadamente cincuenta mil millones de dólares. Si se implementaran estas medidas, esto implicaría 1300 productos fabricados en China, incluidos equipos de telecomunicaciones y automatización industrial; según Washington, la razón es la violación de la propiedad intelectual de los Estados Unidos, es decir, los Estados Unidos acusarían a China de producir parte de sus activos tecnológicos, incluida la copia más sofisticada y avanzada, con alguna variación, de las patentes estadounidenses. La pregunta, vista desde este punto de vista, es difícil de resolver porque las diferentes industrias estadounidenses han movido la producción material de sus propios productos en China y era inevitable que esto haya generado un incentivo productivo capaz de crecer sobre la base de lo que se ha aprendido de colaboración con las industrias americanas. Desde el punto de vista de la competencia, los productos chinos cuestan menos por el menor costo de la mano de obra, un tema comúnmente utilizado por las empresas estadounidenses, y no solo, para justificar la reubicación. Trump ha utilizado la protección de los trabajadores estadounidenses en la campaña electoral, y la única forma de hacerlo, manteniendo los salarios sin cambios, es elevar las barreras aduaneras que causan un precio más alto para los productos chinos. La justificación de la violación de la propiedad intelectual para la aplicación de los deberes aparece, en este contexto, como una excusa para la introducción de barreras aduaneras previstas, como un instrumento funcional de la política interna, y como un instrumento de política económica colocado, intencionalmente, fuera del modelo actual de globalización, que Trump solo se opone cuando le conviene. En el marco de la política internacional, es evidente que la introducción de los derechos de aduana no es solo una maniobra económica, sino que también abarca, y tal vez sobre todo, los aspectos supranacionales del conflicto. Precisamente por este motivo, la respuesta china es obligatoria: como protección de sus productos, y como interpretación del papel del gran poder frente a la audiencia internacional. La intención de Pekín es contrastar medidas similares con los productos estadounidenses, pero de manera dirigida a los estados que más han brindado su apoyo electoral para la elección de Trump como presidente de los Estados Unidos. De acuerdo con este esquema, los estados que basan su economía en el ganado y en los cultivos agrícolas se verán afectados, es decir, los estados que forman parte de la banda central de la federación de los Estados Unidos. Fuera de estos objetivos también incluirá a California, aunque no ha contribuido a la elección de Trump, porque es el estado más importante de los EE. UU. Económicamente y porque en este territorio se encuentran las principales empresas tecnológicas de EE. UU. Entendemos cómo la tensión entre los dos países va más allá del factor económico y se centra en el enfoque conflictivo. Trump quería contrarrestar el avance de China, junto con la necesidad de obtener un consenso interno. Sin embargo, será interesante verificar cómo las consecuencias de estas iniciativas, en primer lugar la caída de los mercados bursátiles, producirán reacciones negativas, que podrían exceder las esperadas como positivas. La actitud china parece, sin embargo, más marcada para permanecer, al menos en estas primeras etapas, dentro del contexto oficial: la intención de Pekín de rivalizar con Estados Unidos frente a la Organización Mundial del Comercio, para desafiarse a sí misma. Washington por violar los principios fundamentales de la organización. La impresión es que solo estamos presenciando los primeros episodios del conflicto, siguen siendo fases interlocutorias, que, sin embargo, anuncian los probables desarrollos muy peligrosos para el control económico mundial y para los equilibrios geopolíticos generales.

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