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giovedì 4 gennaio 2018
Europa y el vacío de poder dejado por Estados Unidos en el escenario internacional
Uno
de los mayores efectos de Trump presidencia, a nivel internacional, es
la retirada gradual de Estados Unidos del papel que habían desempeñado
hasta la presidencia de Obama: en la posición de la primera potencia
mundial, Washington, ejerce una especie de control de escena
diplomática, que aseguró una cierta estabilidad en el mundo. Si
este rol fue positivo o negativo, es un juicio subjetivo que podría
variar según la contingencia del momento, pero para un análisis
concerniente al vacío actual de poder parece irrelevante. También
es cierto que una especie de abdicación que ya se inició con Obama, que
había intentado no cometer los EE.UU. de primera mano y directamente en
ciertas crisis internacionales, en primer lugar que en Siria, y ha
adoptado una especie de delegación a la más
aliados colaborativos, dejándole la posición preeminente y reservando
un papel más aislado y secundario para el país estadounidense. Sin
embargo, a pesar de esta desconexión, dictada por razones políticas,
pero también económicas, Washington y la Casa Blanca se mantuvieron en
el centro de la escena internacional y estaban listos para encajar con
los valores occidentales usuales. Con
el nuevo inquilino de la Casa Blanca, este tipo de costumbre ha
cambiado: la desconexión estadounidense, tal como se prometió en la
campaña electoral, se ha incrementado para adoptar características
originales, muy diferentes de las modalidades que Obama había asumido. Además
de representar una novedad en la escena internacional, la nueva actitud
estadounidense, mitigada solo por los militares y diplomáticos de los
EE. UU., Constituye un vacío de poder que ofrece la oportunidad de ser
ocupado por otros poderes. Por
otra parte, la situación internacional ha experimentado cambios
sustanciales, ha pasado gran parte de la etapa de la bipolaridad y
presenta una realidad más fluido con una serie de sujetos capaces de
producir alteraciones significativas del equilibrio general, casi sin
que estos procesos se pueden detener. La
aparición de actores no nacionales como el Estado Islámico, ha puesto
de relieve el peligro de la falta de control de los fenómenos capaces de
superar la dialéctica clásica entre los Estados, de descifrar una
visión que ahora está demasiado cristalizada. Rusia
ha vuelto a jugar un papel de superpotencia, pero su déficit
estructural interno todavía lo pone del lado de Estados Unidos, aunque
el activismo de Putin ciertamente ha creado grandes dificultades en
Washington, pero el verdadero competidor estadounidense parece ser
China, que ya ha pasado el país americano en algunos datos significativos. Pekín
representa un adversario con diferentes objetivos porque busca la
supremacía económica y tecnológica, pero no pretende interferir en la
política interna de los estados, al menos por ahora. Sin
embargo, es un país con una forma de gobierno autoritaria y que tiene
una gran liquidez financiera, factores que permiten una velocidad de
mayor decisión de las Democracias y la facilidad para entrar en los
mercados occidentales, como en el tercer mundo, con las habilidades
concretas condicionarlos desde dentro. Probablemente
este escenario hubiera sido inevitable, pero el cierre de los Estados
Unidos en sí mismo facilita las condiciones de éxito. El
futuro presenta grandes incógnitas, especialmente para los estados
europeos, que tienen tiempos de reacción demasiado lentos para cambiar y
aún están demasiado rezagados para desempeñar un papel de liderazgo en
la arena de la política internacional. El
peligro real es que el avance chino, marcado por una gran penetración
en los mercados y, por lo tanto, en las sociedades europeas, se
transforme, sutilmente, de económico a político, sin que el escudo
estadounidense esté presente. Para
remediar este tipo de amenaza, es importante que Europa continúe
desarrollando contactos con China, porque en esta fase económica son
esenciales, pero desde una posición igual y para hacerlo necesitamos una
independencia de Washington que se está volviendo obligatoria pero que aún no ha sido conquistado. Si
el escenario ha cambiado debe adaptarse, no con las soluciones que se
encuentran de vez en cuando, pero con un suelo bien planificada, pasando
por la reforma de las instituciones centrales de Europa y llega
necesariamente los criterios de adhesión y permanecer dentro de la
unión. De
lo contrario, el vacío estadounidense de poder está destinado a ser
ocupado por un sujeto que tiene muy poco en común con los valores
democráticos europeos.
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