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giovedì 13 giugno 2019

La protesta de Hong Kong advierte para Occidente.

China juega gran parte de su credibilidad en Hong Kong. La situación en la antigua colonia británica muestra un número creciente de protestas y la actitud de Beijing está siendo observada por la comunidad internacional, aunque, como cada vez más a menudo, cuando la situación concierne al país chino, las críticas se atenúan para no herir. La susceptibilidad del gigante económico. La definición de "socialismo con características chinas" es aquella con la que a Pekín le gusta definir su sistema político, basándose precisamente en las características peculiares de la nación china. Es una pena que estas características no incluyan el respeto por la democracia y los derechos políticos y civiles, tal como se entienden en Occidente. Este contraste define el motivo de las protestas en Hong Kong, que todavía se considera una ciudad del oeste, a pesar de que ya no pertenece a la corona británica. Los acuerdos firmados en 1997 y que se espera que sigan vigentes hasta 2047, establecen un estatus especial para Hong Kong dentro de la República Popular China: el sistema multipartidista como un sistema político asociado con una libertad de expresión normal para un país occidental, pero absolutamente en En contraste con las costumbres del sistema político chino, que controla directamente solo la política exterior y la defensa. Como han recordado varios juristas de Hong Kong, debe señalarse que la justicia china está sujeta al Partido Comunista y no a la primacía de la ley: la protesta contra el régimen chino se basa en este contraste, incurable para quienes están acostumbrados a la democracia occidental. . Para que Pekín tenga en su interior una fuente de disidencia, que a menudo opera en contra de sus más altos cargos y sobre la cual no puede ejercer control, representa una situación potencialmente muy peligrosa que requiere una administración cuidadosa y puntual. Para remediar esta situación, el gobierno chino ha fortalecido su influencia política, apoyando al gobierno local, implementando una silenciosa represión contra la oposición también a través de secuestros que terminaron en prisiones chinas. La disputa actual se refiere a la posibilidad de extradición: la ley vigente prohíbe esta práctica hacia China y Taiwán, pero el gobierno de Hong Kong quiere modificarla con la excusa de un hecho utilizado de manera funcional y políticamente irrelevante. Está claro que Beijing podrá ejercer medidas de extradición contra sus oponentes, quienes serán encerrados en lugares de detención donde se practica la tortura y sometidos a juicios donde se imponen sentencias del 99%. Beijing ha confirmado que apoya esta medida, lo que le permitiría tener más control sobre Hong Kong. Si se aprueba, esta medida reducirá significativamente la libertad de Hong Kong y permitirá a Beijing reducir la disidencia. Esta prueba de fortaleza del aparato chino debe plantear serias reflexiones sobre las crecientes relaciones entre los países democráticos y China, que tienen lugar debido a la liquidez china y la gran disponibilidad financiera, que permite realizar inversiones en cualquier país extranjero. Tener relaciones muy estrechas con un país con una concepción de derechos tan diferente y restrictiva, sin creer que nunca ejercerá alguna forma de interferencia en los asuntos internos, ya que, además, ya ocurre en África, el peligro de que los progresistas La conquista económica se transforma, entonces, también en una reducción de los espacios democráticos. La protesta en Hong Kong representa una advertencia y una advertencia para los estados occidentales que deben considerarse inmediatamente en las relaciones con China.

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