El tema de las caricaturas sobre Mahoma corre el riesgo de desencadenar una especie de guerra de religión y civilización, que esconde, sin embargo, un enfrentamiento geopolítico que va más allá de la relación bipolar entre Francia y Turquía, pero que involucra razones geopolíticas, el enfrentamiento entre países de la misma zona. Los sunitas y, por último, pero no menos importante, los problemas internos del país turco. A pesar de estos análisis, que son necesarios, es necesario sin embargo señalar que ningún país musulmán se ha solidarizado con el profesor francés que fue decapitado por un extremista checheno. Esta consideración no puede dejar de conducir a reflexiones sobre el deseo de encaminarse hacia un posible choque cultural que pretenda solicitar el apoyo de las clases populares de los países islámicos para ganar apoyo; una estrategia que se aplica sobre todo a Turquía en dificultad debido a su situación económica interna, pero también útil para otros países como Pakistán o Irak donde los gobiernos en ejercicio están atravesando diversas dificultades. La estrategia también es útil para intentar desestabilizar al país francés alimentando a la oposición de extrema derecha, pero esto también podría tener graves repercusiones para los fieles islámicos en suelo francés. París debe tener mucho cuidado de no caer en esta trampa que proporcionaría más argumentos al frente islámico. Se está llevando a cabo una alianza sin precedentes contra Francia entre la Turquía sunita e Irán chiíta, que parecen querer aprovechar la oportunidad para poner a Arabia Saudita en dificultades. Entre Teherán y Riad, los motivos de las tensiones son conocidos y se refieren a la búsqueda de la supremacía entre chiítas y sunitas, mientras que el enfrentamiento entre Turquía y Arabia se centra en el enfrentamiento dentro del bando sunita. Aquí también la religión es un elemento muy presente, pero solo porque es un medio de dominación política, que la política otomana en Ankara quiere explotar para socavar la influencia que los árabes tienen como guardianes de La Meca. Si Turquía es el principal intérprete del boicot a los productos franceses, los productos turcos son boicoteados precisamente desde Riad, aunque de forma extraoficial, por la alianza entre Ankara y Qatar. El boicot a los productos turcos llevado a cabo por Arabia se ha extendido a otros países cercanos a Riad, provocando más dificultades para la economía de Ankara, que ya está en declive. Por el contrario, Arabia Saudita no practica un boicot a los productos franceses precisamente por el deseo de no aparecer alineado con Turquía y enfatizando así su distancia. Erdogan se arroga el derecho de defender a los musulmanes europeos, ampliando la voluntad de proteger a los turcos en Alemania, pero si en este segundo caso se trata de una especie de protección directa a sus compatriotas, con la intención de convertirse en el campeón de los musulmanes europeos, el el proyecto es más ambicioso y también podría entenderse como una oportunidad para influir en la Unión, un instrumento que se utilizará junto con la gestión de los refugiados que viajan por la ruta de los Balcanes. Pero una vez más esto provocó resentimiento hacia Ankara que se materializó con mensajes de cercanía a Macron desde Alemania e Italia. En concreto, el enfrentamiento entre Ankara y París se está produciendo para contener el avance en sus respectivas áreas de influencia: Turquía, de hecho, ha trabajado para fortalecer la cooperación política, económica y militar con Argelia, Mali, Níger y Túnez, países que Francia siempre la ha considerado como su ámbito exclusivo de actuación en política exterior. París reaccionó a la interferencia turca poniéndose del lado de Chipre y Grecia, objeto de las maniobras turcas en el Mediterráneo oriental, enviando barcos militares a la zona y aumentando el suministro de armas a Atenas. El respectivo despliegue en Libia junto a las facciones enfrentadas en la guerra civil del país norteafricano contribuye al enfrentamiento entre los dos bandos. El protagonismo de Erdogan sigue siendo, sin embargo, un peligro, que merece una mayor atención y compromiso por parte de Francia por parte de la Unión Europea, tanto con soluciones diplomáticas como con apoyo militar, también para proteger a Grecia y Chipre, miembros de Bruselas. . La vía de las sanciones podría ser la primera en implementarse para contener la acción turca, a pesar del posible chantaje de los migrantes a Bruselas. Incluso desde las elecciones estadounidenses tendrán que llegar respuestas sobre la actitud turca dentro de la Alianza Atlántica y las intenciones reales de la administración que tomará posesión en la Casa Blanca, si con Trump no debe haber cambios, con Biden es posible enfocarse más en aliados. Europeos y una menor tolerancia hacia fuerzas externas, como la compra de armas a Rusia, que han caracterizado la actitud turca desde que Erdogan fue presidente. En cualquier caso, el enfrentamiento entre Ankara y París tiene un gran potencial negativo que todos los actores deberían contener para evitar que la situación se agrave.
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