Las relaciones entre la Unión Europea y Rusia parecen cercanas a un punto de ruptura, aunque la situación parece lejos de ser irremediable, como lo demuestran las declaraciones contradictorias del canciller ruso, amenazadoras contra Bruselas, y las de su portavoz, quien, en parte, ha , negaciones. El estado actual, muy problemático, entre los dos bandos, se debe a la respuesta represiva de la policía rusa a las manifestaciones que tuvieron lugar en las plazas del país ruso por parte de la oposición. Las duras críticas de la Unión al Kremlin han provocado una estrategia de Moscú que apunta a anticipar posibles movimientos oficiales de Bruselas. El gobierno de Moscú podría responder a la posibilidad concreta de que Europa quiera imponer nuevas sanciones a Rusia con la ruptura total de las relaciones diplomáticas. La amenaza revela el estado de temor absoluto de Moscú a las sanciones que podrían afectar a sectores clave para la economía rusa y destaca su debilidad diplomática, que sigue a una crisis interna cada vez más grave. La posibilidad de una renuncia unilateral a las relaciones con Europa aparece como un intento extremo de evitar el aislamiento que resultaría de nuevas sanciones por parte europea; este factor se combina también con la necesidad de demostrar el poder y el peso internacionales, que parecen estar en declive, especialmente en el escenario continental. Para Putin parece fundamental recuperar posiciones en el exterior para fortalecer su posición en casa y este entendimiento podría verse comprometido con una condena internacional no solo de palabra, sino perseguida con hechos concretos como nuevas sanciones, que se sumarían a las ya presentes. En realidad, las amenazas rusas han puesto de relieve cómo las instituciones europeas no estaban preparadas para la reacción de Moscú y reaccionaron con preocupación pero también con resentimiento hacia el Alto Representante para Política Exterior y Seguridad de la Unión, debido a una conducta contradictoria en la reciente visita a la Unión Europea. Capital rusa. Las críticas del Alto Representante se justifican por la falta de una actitud más decidida en las conversaciones con el canciller ruso, que ha dejado en claro las perplejidades sobre el encargo conferido; sin embargo, sin las amenazas rusas, probablemente estas críticas no habrían surgido de forma tan clara, hasta el punto de determinar incluso la solicitud de renuncia de algunos países europeos. Además, las amenazas de Putin han tenido el efecto de una posición oficial europea destinada a evitar la ruptura de las relaciones diplomáticas, una solución muy deseada por el estado alemán. El resultado del jefe del Kremlin, sin embargo, debería ser provisional, parece imposible, de hecho que Europa limita su sentencia a la represión rusa sin seguir hechos concretos, también por la presencia en el escenario internacional del nuevo presidente estadounidense, quien ha reclamado un papel más importante para Estados Unidos en materia de derechos. La coordinación entre Washington y Bruselas no puede dejar de pasar por una condena a Moscú, pero es legítimo pensar que en esta coyuntura la Casa Blanca está dejando la iniciativa a Europa, que debe estabilizar sus posiciones de autonomía apenas adquiridas durante la presidencia de Trump. La intención de Biden es dejar la autonomía política a la Unión para establecer una relación de igualdad en el marco de la colaboración y la defensa común, que, entre otros, tiene uno de sus principales objetivos en Rusia. La tarea europea será, por tanto, mantener su firmeza frente a la represión rusa, sin dejar de lado una solución diplomática que sea satisfactoria para ambas partes, pero que no debe subordinarse a las amenazas de Moscú.
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