La feroz represión de los chinos de religión islámica de habla turca, un grupo étnico mayoritario en la región china de Xinjiang, ha dado lugar a sanciones por parte de la Unión Europea; Las sanciones están dirigidas a cuatro ciudadanos y funcionarios de la República Popular China por violaciones prolongadas de los derechos humanos perpetradas mediante deportaciones masivas, detenciones arbitrarias y tratos degradantes, contra ciudadanos chinos de etnia uigur. La política del gobierno chino de asimilación, sin respeto por los derechos humanitarios, de esta parte de la población ha estado vigente desde hace algún tiempo, pero las sanciones europeas recién ahora están llegando y tienen la distinción de ser las primeras desde las masacres de Tiananmen en 1998. Durante todo este período, China ha asumido un papel de socio estratégico en la economía europea, que es mejor no contradecir. En realidad, las últimas sanciones emitidas son en cualquier caso más simbólicas que efectivas, dado que han afectado solo a cuatro ciudadanos chinos y no a China como entidad nacional; sin embargo, se da a entender que el mensaje para Beijing fue una fuerte crítica a su soberanía: un insulto inconcebible al gobierno chino, que considera sus asuntos internos como un asunto inviolable. La respuesta oficial de China fue una represalia desproporcionada, que tenía como objetivo atacar directamente a las instituciones europeas, sancionando a diez personas, entre las que se incluyen parlamentarios y funcionarios de Bruselas. La Unión Europea ha aplicado constantemente lo que ya ha aplicado a Rusia y otros países por las represiones que han resultado en violaciones de derechos humanos. A la acción europea se sumaron Estados Unidos y Reino Unido, que no quisieron dejar pasar la oportunidad de mostrar a Pekín la renovada cohesión occidental, especialmente para Washington es imprescindible mostrarse en primera línea frente al que considera el mayor oponente sistémico de China. esta fase histórica, tanto por motivos económicos como geoestratégicos. La compactación occidental ha provocado una mayor cercanía entre China y Rusia, con Moscú ahora, sin embargo, en una condición subordinada a Pekín, si bien no puede dejar de notarse que el activismo chino ha atraído a los enemigos de EE. UU. A un área de influencia personal. , incluido el resto de Irán y Corea del Norte, con los que mantiene relaciones comerciales a pesar de las sanciones estadounidenses y europeas. En cuanto a las sanciones europeas, es necesario hacer algunas reflexiones, ya que la decisión de Bruselas es acertada en un sentido absoluto, habrá que comprobar cómo evolucionará esta situación de tensión diplomática, es decir, si, es decir, será También repercuten en demasiadas relaciones comerciales entre las dos partes y que, sin 'otras, se adaptan a Europa, pero más y por diversas razones, incluidas no solo económicas, le convienen más a China. La situación que ha surgido en el ámbito occidental y, sobre todo, con el cambio en la Casa Blanca, podría aflojar los lazos, por parte de Bruselas, con China y permitir así una mayor autonomía, económica y productiva a favor de Europa. Si quieres emprender el camino de la protección de los derechos humanos, incluso fuera de tus propios territorios, disminuir las relaciones comerciales con China y su forma de ser, es decir, alejarte de ella de forma significativa y no solo simbólica, parece ser un camino obligado. . Si las intenciones y también los comportamientos europeos en materia de protección de derechos parecen necesarios y aceptables, sin embargo, el acercamiento con Turquía parece menos claro, lo que ciertamente tiene razones instrumentales sobre las que solo se puede emitir un juicio fuertemente negativo. Financiar a Ankara para que los refugiados se dirijan a Europa en su territorio puede ser una razón práctica, pero contrasta con el deseo de defender los derechos humanos: una contradicción demasiado obvia para no mirar las sanciones chinas con otros ojos; Por otra parte, acercarnos a un régimen que masacra a los kurdos, hacia el que Europa, pero también todo Occidente, debería tener sólo sentimientos de gratitud y por tanto de protección y que apunta a la desmentida del tratado de Estambul contra la violencia femenina, parece una contradicción incluso sin querer erigirse en defensores de los derechos humanos. La percepción es la de una institución europea con actitud vacilante, incapaz de mantener una línea recta, un comportamiento acorde con sus objetivos: según esto, Turquía debería tener el mismo trato que China y aún sería poco (además, las sanciones contra China son, ya se ha dicho, poco más que simbólicas). La esperanza es no encontrar una decepción, que para el tema podría tener consecuencias en la confianza de los ciudadanos, que no se puede recuperar.
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