Tras la declaración de Putin, que reconocía como independientes a las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, abiertamente prorrusas y por tanto retiradas formalmente de la soberanía de Kiev, Ucrania solicitó una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que por una curiosa coincidencia estuvo presidida por encima de Rusia. La mayoría de los miembros del Consejo condenaron tanto el reconocimiento como la posterior decisión de desplegar tropas en la zona, que constituye el primer paso de la invasión del territorio ucraniano, aunque es el que disputan Moscú y Kiev. Desde el punto de vista de Putin, el reconocimiento oficial autoriza el apoyo de militares rusos a los insurgentes prorrusos y sus milicias, pero desde el punto de vista del derecho internacional constituye una violación evidente, que, además, no es la primera que comete el Kremlin. El hecho de que Moscú defina a sus soldados como fuerzas de paz agrava el juicio sobre Rusia, que torpemente se esconde tras definiciones hipócritas que van más allá de la ambigüedad y el buen gusto. La siguiente declaración de Washington abre una serie de sanciones sin precedentes, que involucrarán a todos los aliados de Estados Unidos y cuyas consecuencias se prevén muy graves para la economía mundial y el equilibrio general. En el futuro inmediato, la voluntad de Putin es asegurar una zona de amortiguamiento entre Rusia y Ucrania, para evitar tener presencia de la Alianza Atlántica en la frontera rusa inmediata, aunque se ha negado repetidamente la entrada de Kiev.Desde Bruselas, sin embargo, la aceleración de el Kremlin podría cambiar la situación: hasta ahora la Alianza Atlántica ha negado tener planes de aceptar al país ucraniano entre sus miembros, pero esta evolución se abre a cualquier posible desarrollo. La apuesta de Putin, sin embargo, amenaza la solidez económica del país ruso, que difícilmente podría resistir las sanciones previstas, abriendo escenarios que podrían consistir en una drástica caída de su popularidad en Rusia. Las posiciones de los aliados de Estados Unidos son bastante predecibles, coincidiendo en la posibilidad concreta de que se están creando las condiciones para un conflicto casi global; casi todos expresaron su condena por la violación de la integridad territorial de Ucrania y por la violación de los principios de la Carta de las Naciones Unidas. El representante de Rusia ante las Naciones Unidas, por el contrario, apoyó la decisión de Moscú de proteger la etnia rusa de los territorios reconocidos y cómo el reconocimiento se había considerado durante mucho tiempo e instó a las potencias occidentales a no abandonar la solución diplomática. Ucrania, por su parte, ha reafirmado su soberanía sobre sus territorios y prácticamente ha desafiado a Rusia, en un choque que no parece capaz de sostener. Mucho más atenuada es la posición de China, que a pesar de su reiterada cercanía expresada con Rusia, no se aparta de sus principios en política exterior, optando por una especie de equidistancia y recomendando a las partes implicadas la máxima prudencia y la intensificación de la acción diplomática. Más allá de la aversión a Estados Unidos y la aprobación de la política rusa, Pekín muestra que tiene más miedo a las repercusiones de una crisis económica mundial, que podría poner en peligro el crecimiento chino; sin embargo, la elección de no jugar un papel protagónico, sobre todo para incrementar una acción pacificadora, por parte de Beijing, revela cómo China aún está lejos de convertirse en esa gran potencia a nivel mundial, que dice querer ser. La oportunidad de jugar un papel protagónico, sin estar del lado de una de las dos partes, sino sólo a favor de la paz, podría constituir una prueba vista con buenos ojos desde todos los ángulos, incluso en caso de fracaso, viceversa esta actitud temerosa revela toda la inexperiencia y falta de capacidad de riesgo del gobierno de Pekín, que sigue demasiado atado a los aspectos económicos en detrimento de los de la política internacional. El presidente Biden ha ordenado expresamente prohibir todo tipo de financiamientos, inversiones y transacciones comerciales con las áreas invadidas por Rusia y esto ciertamente representa la primera solución que precederá a las sanciones mucho más severas ya amenazadas y previstas por la actitud decisiva de Rusia. Lo que puede suceder a continuación es difícil de predecir.
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