Uno de los efectos no deseados e inesperados que provocó para Putin la invasión de Ucrania fue devolver la vitalidad a la Alianza Atlántica, que, durante la presidencia de Trump, se encaminaba hacia una conclusión que ahora se anuncia. La brutalidad de la operación militar especial combinada con evidentes causas geopolíticas han fortalecido, por otro lado, la unidad de los miembros de la Alianza Atlántica, dotando a la organización de un nuevo impulso y vigor. El primer error táctico y luego estratégico de Putin fue el resultado de un análisis deficiente, que demostró la escasez de analistas internacionales rusos. Se creía que la división entre los europeos dentro de ellos y entre los europeos y los Estados Unidos era ya irremediable y en cierto modo este análisis tenía fundamentos válidos y tenía la posibilidad de hacerse realidad sin provocar ninguna situación capaz de cambiar el curso de las cosas. En la evaluación de Putin, el jefe del Kremlin consideró irrelevantes para este juego los efectos causados por la invasión de un país extranjero. Esta valoración, sin embargo, tuvo los efectos contrarios y no se puede decir que para Rusia no hubiera indicios de interpretar la nueva situación: la agitación de los países bálticos y de Polonia, contra el activismo ruso, debería haber sido suficiente para una mayor cautela de no sacrificar una situación geopolítica, en definitiva, no desfavorable de cara a la conquista de Ucrania en abierta violación del derecho internacional; que, entonces, el resultado militar sea la bancarrota debe aumentar aún más las recriminaciones del gobierno ruso por haberse colocado en una situación que, por el momento, parece no tener salida. En cuanto al estado de salud de la Alianza Atlántica, que los rusos querían al mínimo, la situación se presenta muy desfavorable para Moscú. La posible decisión de romper su neutralidad por parte de Finlandia y Suecia llevará a Rusia a añadir un nuevo lado de su frontera donde estará presente la Alianza Atlántica, precisamente uno de los motivos que llevaron a la invasión del país ucraniano. Aunque Ucrania siempre ha sido considerada zona de influencia exclusiva de Rusia y Suecia y Finlandia no entran en esta categoría, la neutralidad de ambos países siempre se ha considerado un hecho casi debido, primero a la Unión Soviética y ahora a Putin. Rusia; la alteración de este estado de cosas ha causado irritación y nerviosismo en el Kremlin, donde no han existido amenazas nucleares más o menos explícitas; la presencia de bombas atómicas tácticas, es decir, de alcance reducido, en las fronteras rusas es en todo caso conocida y la comunidad internacional es consciente de ello, pero Rusia no ha desaprovechado la oportunidad de reafirmar su potencial nuclear; además, la incorporación a la Alianza Atlántica requerirá que Moscú despliegue grandes cantidades de tropas en esas fronteras, elevando el nivel de tensión, así como aumentando las unidades navales presentes en el Golfo de Finlandia. Cabe señalar que los dos estados nórdicos ya participan en las reuniones de la Alianza Atlántica y sus soldados realizan ejercicios con las tropas de la Alianza, en definitiva, ya existe una colaboración cuantitativa, que solo debe ser sancionada oficialmente. Las condiciones para unirse a la Alianza Atlántica ya están ampliamente satisfechas por los sistemas políticos de los dos estados y es solo una decisión relativa a su soberanía, aunque hay que decir que Bruselas podría retrasar en este momento para no agravar una situación que ya está muy tenso con Moscú; sin embargo, los dos países nórdicos han sido objeto de amenazas rusas desde hace cerca de un año y desde finales de 2021 se repiten las presiones de Moscú, puntuales para cada semana; se cree que esto ha provocado una creciente opinión favorable en las sociedades de los dos países, que, al parecer, ahora es mayoritariamente partidaria de abandonar la política de no alineamiento. Con Suecia y Finlandia, los miembros de la Allenaza Atlántica ascenderían a 32 y Rusia vería más que duplicada su frontera con la presencia de la OTAN: resultado alcanzado por la capacidad y previsión de Putin, gran estadista y conocedor de los mecanismos internacionales.
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