Históricamente, las relaciones entre Japón y Corea del Sur han sido difíciles debido a los problemas que ocurrieron con la ocupación japonesa de la península de Corea de 1910 a 1945 y la esclavitud de más de 800.000 coreanos como trabajadores forzados en las fábricas de Tokio y obligando a al menos 200.000 mujeres a trabajar. sufrir abusos sexuales en nombre de los soldados de ocupación japoneses; además ha habido disputas por algunos islotes, controlados por Seúl tras la derrota del imperio del sol naciente. La Corte Suprema de Corea volvió a poner estos temas en primer plano cuando dictaminó en 2018 que las empresas japonesas involucradas deberían compensar a los coreanos que son víctimas de la esclavitud, lo que resultó en las restricciones de Tokio a las importaciones de productos coreanos, que socavaron las relaciones entre los dos estados hasta el diálogo está bloqueado. Uno de los puntos del programa de Shinzo Abe era cambiar la constitución pacifista, como primer paso hacia un enfoque que permitiera contener a China, en esta perspectiva también la relación con Corea del Sur tenía que volverse colaborativa, tanto desde el punto de vista diplomático punto de vista, y desde el económico, precisamente para combatir a Beijing también a nivel de producción. La obra de Abe apenas se iniciaba, pero que, para las relaciones entre los dos países, era fundamental y que, en el escenario actual, permitía el inicio de una reconciliación entre las dos naciones. En este contexto, se produce la primera visita oficial de un jefe de gobierno japonés, desde 2011, a suelo surcoreano. Por supuesto, la amenaza de Pyongyang es la principal urgencia de las discusiones, porque la amenaza atómica no ha sido desactivada, pero otros temas estarán sobre la mesa en la reunión. Para facilitar aún más la reanudación de los contactos, el gobierno de Tokio ha planificado un proyecto para indemnizar a los trabajadores esclavizados, tal y como ha pedido el Tribunal Supremo de Corea y así ha determinado la nueva sentencia de Seúl, que ha definido al Estado japonés de agresor militarista a socio. quien comparte valores universales del país surcoreano. Este ambiente cada vez más distendido ya había favorecido la visita del presidente de Seúl a Japón, que tuvo lugar el pasado mes de marzo y tras doce años de ausencia. La normalización de las relaciones diplomáticas ha permitido abordar temas de desarrollo común como la defensa, la economía y las finanzas. De momento, lo que más preocupa a los dos ejecutivos es la seguridad mutua, ante la amenaza de la creciente capacidad balística y nuclear de Corea del Norte, pero también la actitud de Moscú y el expansionismo de China, que ha realizado grandes inversiones en el sector militar para reforzar su aparato de guerra. Detrás de este acercamiento, además de las razones ya expuestas, se encuentra la acción diplomática de Washington, que desde hace tiempo sitúa el contraste con China por la supremacía de los mares orientales en el centro de sus intereses internacionales, tanto para Japón como para Corea. En el sur, EE. UU. representa el principal aliado, pero la distancia entre Seúl y Tokio no ha permitido hasta ahora una sinergia para desarrollar una relación trilateral más estrecha, especialmente frente a la amenaza más inmediata que representa Pyongyang; pero también la evolución de la guerra de Ucrania, con Rusia abiertamente contra el bloque occidental, es motivo de grave preocupación, considerando el progresivo acercamiento de Moscú a Pekín. Si Corea del Norte es la amenaza más cercana, el verdadero coco son las ambiciones chinas, que con una posible acción contra Taiwán pondrían en peligro los ya frágiles equilibrios regionales, con el riesgo de arrastrar a los dos países a un conflicto; Más allá de estas amenazas concretas, la actitud general de Pekín, cada vez más decidida a establecer una zona de influencia bajo su control, debe ser el argumento decisivo para dejar de lado las distancias entre los dos países y convencerlos de establecer relaciones cada vez más estrechas para unificar esfuerzos para salvaguardar su mutua seguridad. Desde el punto de vista de China, la reanudación del diálogo entre ambos países no será vista de manera positiva, pues favoreció su política en la zona, aunque sea indirectamente, al contrario ahora, Pekín también tendrá que lidiar con la sinergia. con Estados Unidos y seguramente no será bienvenido: esto podría provocar despliegues de fuerza en los mares del este, elevando el nivel de guardia en una región repetidamente en la balanza por posibles incidentes entre fuerzas armadas de países con intereses opuestos.
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