Viktor Orban hizo un discurso ideológico, que lo ubica más como un aliado potencial de Putin, que como un miembro real de la Unión Europea, después de todo su programa electoral, que le permitió ganar, estaba enfocado en la oposición de la Unión Europea, de la cual, sin embargo, Hungría disfruta de contribuciones robustas. La falta de coherencia del político magiar parece coincidir con la mayoría de sus conciudadanos, que explotan la absurda regulación de la Unión de la aprobación de medidas sobre la base de la unanimidad y no de la mayoría. Orban profetizó vaticinando la disolución de la Unión Europea y la caída de EEUU; si lo segundo parece un deseo, para lo primero la solución sería fácil: hacer como Gran Bretaña y salir de Bruselas. Sin embargo, esta eventualidad no entra en los planes de Orban, quien, quizás, se ha dado a la tarea política de facilitar la disolución desde dentro, con su absurdo comportamiento totalmente contrario a los valores fundacionales de la Unión Europea. Para Orban, Occidente es una colección de estados ricos pero débiles, que no tienen intención de enfrentarse a la competencia con las potencias mundiales. Si desde cierto punto de vista esta afirmación tiene partes de verdad, parece igualmente cierto que personajes como el político húngaro contribuyen no poco a una visión común, que puede elevar el nivel cualitativo de Bruselas frente a las grandes potencias mundiales, de hecho la visión de Orban define a Europa como una especie de gueto económico, político y cultural con un futuro de decadencia sin esperanza alguna, a pesar del alto consumo, que la llevará a un destino de desolación. La yuxtaposición con la previsión del Fondo Monetario Internacional, que prevé la salida de las diez primeras economías del mundo y el paso de Alemania del cuarto al décimo para 2030, con la supuesta degradación de la Unión, resumida en los valores: migración, LGBT y guerra, aparece una desafortunada retórica, que va en contra de las tendencias mundiales y una réplica de bajo nivel de lo que se dice en los lugares de poder rusos; incluso la actitud persecutoria, implementada con la oposición a la entrada en la Alianza Atlántica de Suecia y Finlandia, llevada adelante sólo porque los dos países impugnaron la deriva populista del gobierno de Orban, enmarca bien el bajo valor político del personaje. La aversión a Estados Unidos, parece replicar las razones de Putin, la supuesta pérdida de la posición de Washington como líder mundial frente a China, podría correr el riesgo de llevar al mundo al conflicto, sin recordar que su amigo de Moscú está poniendo en mucho mayor peligro la paz mundial. La posición húngara es la única en Europa que es correcta, porque rechaza los valores hedonistas y no pretende proceder a la sustitución de la población por inmigrantes que rechazan los valores cristianos; no sólo eso, se reserva críticas cada vez más insistentes a Rumanía, porque más de 600.000 personas de habla magiar fieles a las tradiciones residen en Transilvania, amenazando de forma encubierta el derecho de otro país a este territorio. Basta con que los dirigentes de la Unión intervengan, como debieron hacerlo hace mucho tiempo, de manera dura contra este personaje y la mayoría del país que, a pesar de todo, lo apoya. No es posible permitir que políticos que no comparten los principios en los que se basa la Unión permitan tal arrogancia, que sigue a la negación de las reglas democráticas en su propio país, con la introducción de la censura y la negación del poder judicial para ejercer su función de forma autónoma. También parece inútil recordar cómo Budapest, junto con otros países del antiguo bloque soviético, ha rechazado el principio de reciprocidad y solidaridad en la división de los migrantes y ha estado en total desacuerdo con las políticas europeas aprobadas por la mayoría de los estados. Tal presencia constituye un freno a la acción política común y deben preverse soluciones automáticas e inmediatas, que pueden sancionar desde la sanción pecuniaria de financiación, hasta la suspensión e incluso la expulsión de la asamblea europea. Los desafíos actuales deben ser enfrentados sobre la base de los ideales fundacionales de la Unión, sin permitir que estos sean alterados por visiones contrarias y retrógradas, si no se pueden mantener unidos a todos los miembros es mejor que se eliminen aquellos que no comparten la acción política común.
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