El despliegue militar de Polonia en la frontera con Bielorrusia desconcertó a Putin, quien amenazó a Varsovia, citando incluso a Stalin; para el jefe del Kremlin, la amenaza para Polonia se debe a que el país bielorruso forma la alianza supranacional entre Rusia y Bielorrusia con Moscú. El despliegue militar polaco se ve como una amenaza tangible a la existencia misma de Bielorrusia, porque es operado por un país de la Alianza Atlántica. El motivo del miedo a Varsovia radica en la presencia en la zona de Minsk de la milicia privada Wagner, que tras el fallido golpe de Estado se refugió en el país de Lukashenko con su autorización. Una desafortunada broma del dictador bielorruso, sobre la posibilidad de cruzar la frontera con Polonia, ha desencadenado un altísimo estado de tensión, que acerca cada vez más la posibilidad de un choque entre la Alianza Atlántica, de la que Polonia forma parte, y Rusia, de la que, de hecho, Bielorrusia es más un estado vasallo que un aliado. Por supuesto, Putin especificó que un ataque a Minsk sería equivalente a un ataque a Moscú. El presidente ruso también plantea la hipótesis de un envío conjunto de soldados polacos y lituanos dentro del territorio ucraniano, en la zona de Lviv. Según Putin, la intención de los dos países exsoviéticos que se han convertido en adversarios no sería prestar ayuda a los ucranianos, sino despojarlos de territorio: se trata, evidentemente, de un intento de desordenar la coalición que apoya a Kiev con información capaz de desestabilizar las relaciones entre los tres gobiernos. En realidad, estas declaraciones no tienen crédito internacional y están más bien dirigidas a la opinión pública rusa, en un intento extremo de revitalizar la popularidad de la población hacia la operación militar especial, que parece tener cada vez menos consenso. Siempre identificando nuevos enemigos y dándole especial protagonismo, incluso tergiversando la historia, con relatos construidos para el propio uso y consumo, revela que el aislamiento de Moscú es cada vez más tangible incluso dentro de los muros del Kremlin. El énfasis que se le da a la próxima visita de Lukashenko, ciertamente no un actor internacional de primer orden, pero sí un personaje dominado por Putin, constituye un dato más de cómo Rusia acusa su soledad internacional y trata de sortearla, aprovechando cada mínima oportunidad. Sin embargo, desde un punto de vista militar, es un hecho que la decisión de Varsovia, aunque legítima, porque se tomó dentro de sus propias fronteras, constituye un agravamiento de la situación, debido a la posibilidad concreta de una expansión del conflicto, tanto en términos del número y la entidad de los actores involucrados, como por la ampliación del territorio involucrado. Un desarrollo de la guerra en la zona norte del país ucraniano, en la frontera con Bielorrusia, podría aliviar la presión de Kiev sobre el ejército ruso, que lucha por contener el avance del ejército de Zelensky en las zonas ocupadas por el Ejército Rojo. Ahora una expansión del conflicto en esas zonas podría pasar también por la frontera con Polonia, mientras que las posibilidades de una expansión hacia las fronteras de Lituania y Estonia son más remotas. El temor occidental es que esta sea una estrategia que pretenda adoptar Putin, utilizando a su aliado bielorruso y a la milicia Wagner, actualmente dedicada únicamente al entrenamiento de los soldados de Minsk, pero que podría rehabilitarse a los ojos del Kremlin, convirtiéndose en protagonista de acciones contra Ucrania lideradas por Bielorrusia. Un escenario posible, del que Ucrania difícilmente podría salir victoriosa; sin embargo, en este posible esquema, el punto débil es precisamente la proximidad de Polonia, que no podría tolerar la presencia de invasores dentro de las regiones de Ucrania cercanas a los territorios polacos cercanos a sus fronteras. Aquí está el dilema, cuál será la voluntad de Putin de llevar a cabo un plan tan arriesgado como para obligar a la Alianza Atlántica a involucrarse directamente en el conflicto. Es una hipótesis que corre el riesgo de estar cada vez más cerca y conducir al estallido de la tercera guerra mundial, con todas las consecuencias imaginables. Por ahora EE.UU. guarda silencio, pero para evitar que el conflicto avance hacia el oeste será necesario mantener el mayor equilibrio posible en un escenario que ciertamente no es fácil, donde la guía debe ser que una guerra mundial no puede ser beneficiosa para ningún actor involucrado.
Nessun commento:
Posta un commento