El oponente más acreditado de Trump, el republicano Ron DeSantis, gobernador del estado de Florida, se retiró oficialmente de la carrera por la nominación para participar en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Después de las elecciones republicanas en Iowa, donde recibió poco apoyo, las encuestas para el voto en New Hampshire le dieron sólo un porcentaje del 5,2 y esto provocó su retirada; DeSantis ha anunciado que, por tanto, su apoyo irá a parar a Trump. DeSantis, a quien algunos ven como capaz de contrarrestar a Trump en la carrera por ser nominado como rival de Biden, proviene de posiciones políticas similares a las de Trump y se identifica con el nuevo rumbo que domina en el Partido Republicano, influido por las ideas del Tea Party y Por ello, asegura su apoyo al expresidente, en abierto contraste con la candidatura de Nikky Halley, que considera demasiado moderada y representativa del viejo enfoque de los republicanos. DeSantis se había ganado cierto crédito, gracias a su elección como gobernador de Florida, frente a los candidatos indicados por Trump, pero la derrota, distanciada por unos 30 puntos porcentuales en Iowa, demostró que los votantes republicanos lo percibían como una copia de Trump, precisamente por posiciones muy similares en temas como la inmigración y el aborto. La pérdida de apoyo, después de que las encuestas le distanciaran sólo 10 puntos de Trump, comenzó con la defensa del expresidente de cargos penales, lo que le hizo perder el apoyo de los votantes más moderados. Aunque formalmente DeSantis ya había renunciado a las primarias de New Hampshire para concentrarse en las de Carolina del Sur, la distancia de alrededor de 55 puntos porcentuales registrada en las encuestas llevó a la decisión de retirarse, también para asumir su cargo de gobernador de los Estados Unidos. Estados Unidos tiempo completo Florida. DeSantis es el tercer candidato que se retira de la contienda republicana, determinando así una contienda bidireccional entre Trump, cada vez más favorecido, y Nikky Halley, exgobernadora de Carolina del Sur y embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas. La estrategia electoral de Nikky Halley pasa por recoger los votos de los republicanos más moderados, que no se reconocen en la forma histriónica de gobernar de Trump y se oponen a sus posiciones extremistas marcadas por el poco respeto a las leyes federales. El caos creado por los asuntos judiciales de Trump no encuentra el favor de los votantes republicanos más tradicionales, que preferirían un personaje más mesurado y más fiable, pero el público conquistado por Trump parece más amplio porque atraviesa al electorado republicano clásico, capaz de lograr consenso. en las clases más diversas y también por los votantes más pobres. A pesar de estos análisis, Nikky Halley intenta presentarse como una especie de relevo generacional, gracias a su edad, 51 años y una importante experiencia política. Sin embargo, una clara victoria de Trump en New Hampshire podría quitarle cualquier ambición a su rival, reduciendo significativamente sus posibilidades de alcanzar la nominación. Esta historia demuestra cómo la que alguna vez fue la clase política dominante del Partido Republicano aún no ha recuperado sus posiciones y, por el contrario, está ayudando casi pasivamente a la transformación del partido, que comenzó con el Tea Party, hasta convertirse en una formación política personalista. del propio Trump y, esencialmente, de su rehén. Si este análisis sociopolítico es válido, Nikky Halley tiene pocas posibilidades de ganar, precisamente porque está demasiado cerca de las demandas de una parte del partido que parece minoritaria. Para Estados Unidos y el mundo, esta no es una buena noticia porque pone de relieve la continuación de la tendencia de radicalización del Partido Republicano, a pesar de la derrota de Trump en las últimas elecciones y sus problemas judiciales. Después de cuatro años, la falta de relevo político y generacional, excluyendo la figura de Halley, demuestra cómo el partido es rehén de Trump y esto genera preocupación a nivel internacional. Desde el punto de vista del Partido Demócrata, tal vez una candidatura de Trump pueda valer la pena, porque provocará la movilización de un electorado no acostumbrado a acudir a las urnas, que votaría por cualquier candidato para evitar la repetición de Trump en la Casa Blanca. ; Desde esta perspectiva, un éxito, aunque difícil, para Halley podría favorecerla en su candidatura a la presidencia, precisamente porque es un elemento más moderado. Ambas soluciones, Biden o Halley, serían sin duda apreciadas por la mayoría de la escena internacional, que teme con Trump un trastorno de los equilibrios occidentales.
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