Una de las consecuencias de los aranceles de Trump en política exterior es que han acercado a naciones tradicionalmente distantes. El ejemplo más llamativo es la nueva relación que se está estableciendo entre India y China, tradicionalmente adversarias. Las dos grandes naciones asiáticas comparten miles de kilómetros de frontera, a lo largo de los cuales las tensiones se han repetido con el tiempo; la cuestión del Tíbet también ha contribuido a estas fricciones, y la proximidad entre India y Estados Unidos ha alimentado la desconfianza de China hacia India. En realidad, el mayor punto de discordia ha sido la lucha entre ambos países por el dominio del continente asiático, que el significativo progreso de China ha inclinado a su favor. Eso fue hasta la aparición de Trump. Si bien las relaciones con Nueva Delhi fueron completamente diferentes durante el primer mandato de la Casa Blanca, en su segundo mandato India afirmó una mayor neutralidad en asuntos internacionales en comparación con la postura estadounidense. Fue desalentador que Trump se atribuyera el fin del conflicto entre India y Pakistán, y finalmente, al gobierno indio le disgustó que sus ciudadanos fueran exhibidos esposados, como verdaderos trofeos en la lucha contra la inmigración ilegal, piedra angular de la política del presidente estadounidense. Si bien estos problemas ya habían tensado las relaciones entre ambos países, la decisión de imponer un arancel del 50% a los productos indios exportados a EE. UU., debido a la compra de petróleo ruso por parte de India, congeló por completo las relaciones. Esto ha tenido un efecto ciertamente indeseable, pero altamente predecible, para la política exterior estadounidense: un acercamiento, impensable hasta hace poco, entre Nueva Delhi y Pekín. Ahora, revertir este proceso resultará extremadamente difícil para los estrategas de la Casa Blanca. La reanudación de las relaciones entre los ministros de Asuntos Exteriores de ambos países promete ser solo el punto de partida para nuevos lazos. El primer paso será la reapertura del comercio en tres pasos del Himalaya y la reanudación de los vuelos directos entre ambos países, que no han estado disponibles desde 2020, así como la emisión de visados para turismo, negocios e información. Estos avances iniciales representan solo una pequeña parte del potencial comercial que ambos países pueden alcanzar, compensando al menos parcialmente los efectos de los aranceles estadounidenses. Incluso dentro del grupo BRICS, Pekín ya ha expresado su apoyo a que India organice la cumbre del próximo año entre Brasil, China, India y Sudáfrica, con el objetivo de fortalecer las relaciones comerciales entre estos países. Una cooperación más estrecha entre estos países, en comercio y finanzas, que conduzca a un acuerdo sobre una moneda común alternativa al dólar, podría poner en grave peligro la economía estadounidense, que está distanciando a países anteriormente amigos por razones ideológicas o de relativa conveniencia, fortaleciendo así la posición de China como principal potencia industrial del mundo. Cabe señalar que la cercanía de India a Rusia es casi un hecho, pero la acción estadounidense la está fortaleciendo. Su acercamiento a China es un asunto diferente, ya que representa un avance verdaderamente novedoso a nivel mundial y, además, amenaza estratégicamente con crear un bloque asiático altamente hostil a Estados Unidos. Desde la presidencia de Obama, Washington ha situado a Asia en el centro de sus intereses políticos y económicos en detrimento de Europa. El objetivo era aislar a China, una doctrina que Trump también defiende. Sin embargo, sus acciones están propiciando un resultado muy distinto a las intenciones originales. En este punto, China tiene a Rusia de su lado, y el acercamiento de India significa privar a Estados Unidos de un aliado, aunque no tan cercano, que solo puede contar con Japón y Corea del Sur en esa parte del mundo. La incompetencia de Trump y de quienes se han rodeado de él está causando un daño significativo a la política exterior estadounidense, algo que aún no se comprende del todo en los centros de poder estadounidenses, ahora firmemente en manos de los aliados republicanos del presidente. Con el aislamiento, el programa para hacer a Estados Unidos grande de nuevo fracasará, y los estragos resultantes serán difíciles de reparar, no solo políticamente sino también económicamente.
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