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mercoledì 8 ottobre 2014

El principio de una dos sistemas estatales hacia su final, serán el futuro de Hong Kong

La cuestión de Hong Kong comenzó en 1997 con la firma de Margaret Thatcher y Deng Xiaoping puso en el Tratado sancionado la transferencia de la soberanía de la colonia británica, del Reino Unido a China. En las condiciones firmadas por los dos líderes había una cláusula de los dos sistemas políticos dentro del mismo estado, garantizados por 50 años. Esta regla se pretende garantizar, durante este largo período de transición, la autonomía en los asuntos internos de Hong Kong, que la China de hoy, más que la de hace veinte años, acusado de una manera clara y nítida. En la base de la firma del tratado, existía la creencia de que el país de China podría hacer un progreso sustancial en el campo político, que al final de la independencia camino de la ex colonia británica, permitiría a los dos sistemas que se integran automáticamente. Ni siquiera a la mitad del período acordado de China denuncia un estancamiento en términos del progreso de las libertades civiles y políticas, que no le permite aceptar que parte de su territorio podrá desviarse de las estrictas restricciones impuestas por el Partido Comunista de China. Este es el verdadero quid de la cuestión y el centro: en el estado, dos sistemas son totalmente incompatibles y que Hong Kong es un peligro para la seguridad y la estabilidad de la de Beijing, una condición necesaria para continuar el desarrollo económico de China, basado en una cadena de arriba hacia abajo de mando, que no permite desviaciones. Beijing, y con él gran parte de China, no tiene las herramientas necesarias para entender por qué los habitantes de un territorio que tiene un sistema jurídico eficiente, que tiene una gran libertad, combinados con un bienestar alta pueden protestar por el ejercicio de derechos de voto aplicadas a una selección de los candidatos que no es expresión exclusiva del poder central. Nos enfrentamos, es decir, una comparación en gran parte inédito para la nación china, acostumbrada a las protestas contra la corrupción, los derechos en el trabajo y contra la creciente desigualdad, pero no para la lucha de aquellos que quieren elegir a quién se rige. Por supuesto, detrás de esta afirmación, hay todas las consecuencias que una elección libre trae consigo, y en primer lugar no es seguro de ser interferida por el gobierno chino. Subvertir la anticipación y expectativas en la base del tratado de cesión de Hong Kong, está el deseo de transformar la ex colonia británica a China y no al revés. Esta tendencia debe ser abierto por el cambio de las reglas de votación, que ofrece una selección entre los candidatos presentados por el gobierno central. Las opciones se limitan a tres candidatos, toda expresión de Beijing, que se debe vaciar de todo sentido de la elección política; sin duda es un primer paso para derrotar a las consultas populares, la población de los neumáticos de la periodicidad de los votos, para eliminar el ejercicio del electorado activo e igualar los dos sistemas sobre la base de la existente en Beijing. Estas consideraciones plantean el destino de Hong Kong en la dirección decidida por China, también en vista del hecho de que la parte más rica del país, con las normas chinas, no puede salir de esa ventaja, gracias al control total de las instituciones locales, que puede truncar el raíz cualquier disputa sobre cargos. Sin duda las intenciones del gobierno británico no se trataba, pero una vez más Londres es responsable de un proceso de descolonización terminó mal, debido a la falta de previsión.

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