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venerdì 28 febbraio 2020

Crisis siria y posibles repercusiones internacionales

La escalada militar en Siria, que involucra a las fuerzas sirias, rusas y turcas, está tomando un nivel desde el cual parece difícil regresar. La imagen de la situación presenta el área del noroeste de Siria, la que está en la frontera con Turquía, como escenario de enfrentamientos militares, que han tomado la apariencia de un enfrentamiento que se define como una guerra real. La peculiaridad de la confrontación es que las fuerzas militares que se enfrentan en el terreno son la expresión de regímenes o democracias fuertemente atenuados, que persiguen sus intereses estratégicos más allá del posible consenso interno e internacional e independientemente de la situación de los civiles. Si es difícil decir que en una guerra lo bueno existe, en este conflicto es seguro que todos son malos. Los anfitriones, los sirios que siempre tienen al dictador Assad al mando, tienen la intención de recuperar el control de las áreas que han sido robadas por los turcos y para lograr este objetivo, no duden en bombardear a la misma población siria que tiene la desgracia de vivir en esos territorios. El bombardeo sirio ataca infraestructuras esenciales, como hospitales y el alcance de las víctimas, para poder definir lo que está ocurriendo como un genocidio. Las fuerzas sirias por sí solas no tendrían la fuerza para contrarrestar a las fuerzas turcas, así como Assad no podría haberse salvado sin la ayuda rusa; Una vez más, el dictador de Damasco puede maniobrar el conflicto de acuerdo con sus necesidades, independientemente de las consecuencias sufridas por la población: los crímenes cometidos por el presidente sirio han alcanzado un nivel que le permite ser llamado un delincuente internacional. La responsabilidad de Moscú parece evidente, Rusia quería jugar un papel de liderazgo en el tablero de ajedrez del Medio Oriente para aumentar su relevancia en el mundo y mantener sus privilegios en el Mediterráneo, asegurados, al comienzo de la guerra siria, solo desde Damasco. Aunque Putin es un político inescrupuloso e inescrupuloso, la impresión es que Rusia se ha mantenido como un sujeto involucrado en el asunto a pesar de sí mismo, es decir, no ha podido retirarse en el momento adecuado, para llegar a la imposibilidad de retirarse del conflicto. Turquía, que tiene una situación interna muy complicada, tanto en política como en economía, ha intentado con éxito internacional desviar la atención de su interior, también tratando de combinar la situación con la cuestión kurda, a la cual, sin embargo, La opinión pública es muy sensible. Entre los principales partidarios de los terroristas sunitas, Ankara ha tratado de fortalecer sus posiciones en territorio extranjero integrándolos con tropas regulares, que, sin embargo, han encontrado dificultades considerables precisamente por la presencia de los rusos. El ataque aéreo sirio, protegido por los antiaéreos rusos, causó más de treinta muertes entre las tropas turcas. Las consecuencias son la solicitud de Ankara de una intervención de la Alianza Atlántica, que involucrará a los Estados Unidos directa o indirectamente en el conflicto; mientras que en Europa la presión es abrir las fronteras al éxodo de los sirios en suelo turco al viejo continente. Para aquellos que aún se niegan a involucrarse en la situación siria, esto significa el fin de toda esperanza: las consecuencias serán inevitables, para Trump, quien, siguiendo el ejemplo de Obama, quiso ignorar el problema, llegando a abdicar del papel estadounidense en el área (algo que produjo el avance de Rusia y el protagonismo de Irán) y para Europa, que volverá a ver una masa de prensa desesperada en sus fronteras, destacando nuevamente los racismos y soberanías, que son tan perjudiciales para el vida de la propia Unión Europea. La falta de compromiso en el campo diplomático, estos temas, siempre limitados a declaraciones y acciones sin resultados, se vuelve contra Washington y Bruselas, que se verán obligados a tratar de encontrar soluciones insuficientes. La guerra siria, desde el primer evento local y luego regional, vuelve con fuerza al frente del escenario internacional y corre el riesgo de convertirse en el desencadenante de un posible desorden global, con consecuencias críticas para la estabilidad. Parece que ha llegado el momento de lidiar con esto de manera responsable y decisiva por parte de las organizaciones internacionales y aquellos que deberían tener la capacidad diplomática de dirigir la crisis hacia una solución de ese tipo. Entonces los crímenes de Assad, pero también de Erdogan, tendrán que encontrar justicia.

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