La visita del secretario de la Alianza Atlántica a Kiev adquirió inmediatamente una importancia considerable, tanto por el hecho mismo como por las garantías, aunque no inmediatas, de que el lugar del país ucraniano será convertirse en miembro de la coalición occidental. El presidente ucraniano se mostró más centrado en los problemas del presente, pidiendo a la Alianza Atlántica un apoyo militar cada vez mayor para permitir a su país contener a Rusia y mantener su unidad nacional. La visita del secretario general a Kiev provocó duras reacciones en Moscú, que recordó que uno de los motivos del conflicto, incluso de la operación militar especial, es precisamente impedir la integración entre Ucrania y la OTAN. El propósito de la visita de Stoltenberg fue reiterar el apoyo a Ucrania, frente a la opinión pública mundial, tanto en el pasado, en el presente y también en el futuro cuando habrá problemas de reconstrucción que abordar, sin embargo detrás del propósito oficial, era necesario acordar con Ucrania la plena operatividad con la Alianza en términos de estándares militares y doctrinas estratégicas, para reemplazar las tecnologías soviéticas, que aún formaban la base del equipo militar de Kiev; todo para garantizar una respuesta más eficaz a los ataques rusos. Para compensar la escasez de sus armamentos, Ucrania recibió materiales exsoviéticos de los países del Telón de Acero, que se adaptaban mejor a la tecnología armamentista de Kiev, pero a medida que avanzaba la guerra, estos fueron reemplazados progresivamente por armamentos de la OTAN, para los cuales se requiere un entrenamiento especial. . Si en el terreno militar la contigüidad entre Ucrania y la OTAN es cada vez más intensa, el presidente ucraniano también ha reclamado una mayor implicación política y ha pedido ser invitado a la próxima cumbre de Vilnius en julio: algo que se ratificó precisamente en la visita de Stoltenberg. Moscú experimenta esta integración con aprensión, pero fue casi completamente responsable de ella; ahora está por entender si esta adhesión podrá provocar un freno o un agravamiento del conflicto: porque una cosa es amenazar a Kiev para que no entre en la zona de influencia occidental y otra pelear contra un país cada vez más dentro del ámbito occidental. Este paso elimina un posible factor de interrupción de las hostilidades, que se identificó precisamente en una suerte de imparcialidad de Kiev, configurando al país ucraniano como una suerte de nación tapón entre Occidente y Rusia. Con la visita de Stoltenberg este escenario parece ser, a estas alturas, sin posibilidad alguna, aunque la entrada completa en la Alianza Atlántica sólo puede posponerse, para evitar una entrada directa en el conflicto de las tropas occidentales en suelo ucraniano. El hecho fundamental, sin embargo, es que el futuro solo puede ser ese a menos que Moscú logre ganar la guerra por completo conquistando toda Ucrania, sin excluir ninguna parte: algo que no parece posible dada la forma en que el país ha desarrollado el conflicto. Por lo tanto, el futuro debería ver tropas de la OTAN justo en la frontera entre Ucrania y Rusia y no solo en las fronteras con Moscú y los países bálticos y Finlandia. Es comprensible que Putin haya fracasado ya en cualquier intento de sacar a la Alianza Atlántica y por tanto a EE. económicamente al país y causando un gran número de bajas entre los soldados rusos. De este progresivo acercamiento entre Bruselas y Kiev, Moscú sale debilitado tanto interna como externamente, porque los proyectos de su líder están todos fracasando e incluso una cristalización que se detiene en los territorios conquistados implica que Ucrania ya entró definitivamente y de forma permanente en la órbita occidental, con todo eso seguirá por el prestigio del presidente ruso.
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