Con una negociación que podría definirse como alternativa, la Hungría de Orban, optando por la abstención constructiva, como se ha definido imaginativamente, permitió que el Consejo Europeo procediera a la apertura de negociaciones para la adhesión a la Unión de Moldavia y Ucrania. Tras repetidas amenazas, el presidente húngaro se ausentó de la votación, con una innovación de procedimiento sin precedentes, que permitió alcanzar el resultado aprobado por veintiséis países europeos, que incluye también el inicio de la candidatura de Georgia y el aplazamiento de la evaluación hasta Marcha del proceso de adhesión de Bosnia-Herzegovina. Orban, el único líder europeo que se reunió con Putin desde el inicio del conflicto ucraniano, siempre se ha manifestado en contra del inicio del proceso de adhesión de Kiev, argumentando que no reúne las condiciones para ingresar en la UE, pero aparte de las afinidades con Bajo el régimen ruso y, por tanto, político, Budapest podría temer compartir con los nuevos miembros los recursos europeos, que de hecho sostienen financieramente al país húngaro, con la consiguiente disminución de los ingresos de Bruselas. Naturalmente, la abstención de Orban no fue gratuita: más allá de la amenaza de una solicitud de financiación de 50 mil millones para el funcionamiento de la administración húngara para 2024, el Presidente Orban se mostró "satisfecho" con la liberación de 10 mil millones de financiación que habían sido bloqueados debido a a la violación de derechos fundamentales por parte del gobierno de Budapest; derechos que ciertamente no se recuperarán y este hecho constituirá también un nuevo precedente peligroso para el funcionamiento de la política europea, que podrá superarse, como siempre, con el fin de la votación por unanimidad, un mecanismo que debe corregirse cada vez con mayor urgencia. . El enfoque de la cumbre estuvo enteramente orientado al resultado, donde, de hecho, se prefirió crear precedentes peligrosos para lograr el objetivo fijado, con una visión política, que necesariamente tenía que sacrificar algo, pero que trajo un resultado que era, con razón, celebrado. Si el proceso tiene éxito, el valor político ciertamente lo será, no sólo para la ampliación de la casa común europea, sino también para la contención geoestratégica de las ambiciones rusas. Tampoco debe subestimarse el hecho de haber aceptado las ambiciones de Georgia, que podría convertirse en miembro europeo sin continuidad geográfica con los demás países miembros y que podría constituir una avanzada de la Unión capaz de atraer a otros países de la región. La decisión fortalece la credibilidad y el prestigio europeos, permitiéndonos interrumpir la ofuscación diplomática, que Bruselas ha demostrado con decisiones no siempre demasiado congruentes con sus principios. El presidente Zelensky evitó una victoria indirecta de Putin, que habría elevado la moral de Moscú en caso de rechazo hacia Ucrania. La apertura a Kiev significa un resultado político inequívoco a nivel global, que compensa, al menos en parte, la negativa del Congreso estadounidense a liberar los 60 mil millones de dólares para ayuda militar; Además, la situación ucraniana en el conflicto con Rusia está estancada, el frente está inmóvil y los avances que el gobierno de Kiev había prometido a Occidente no se han registrado, mientras que los ejércitos rusos parecen mantenerse en sus posiciones. La decisión europea, combinada con la constante promesa de algunos estados europeos individuales de proporcionar ayuda militar, puede elevar la moral de Ucrania; El compromiso de Kiev y Moscú en los próximos meses de invierno debería ser mantener sus posiciones y prepararse para operaciones decisivas cuando mejoren las condiciones meteorológicas. En este período, el compromiso europeo también puede ser más incisivo en el terreno diplomático, a pesar de que Putin haya declarado que el aislamiento occidental no ha producido grandes repercusiones en la economía rusa y que no es necesario movilizar nuevo personal militar; Estas declaraciones deben interpretarse en parte como justificadas por las próximas elecciones rusas y en parte por la capacidad de Moscú de haber podido entablar un diálogo con potencias tanto adversas a Estados Unidos, como Irán, como cercanas a Washington, como Arabia. Europa, por tanto, debe saber desempeñar un papel cada vez más autónomo respecto de los EE.UU., también en preparación de una desafortunada reelección de Trump, cuya admisión de Ucrania, Moldavia y también Georgia debe leerse como un proceso que forma parte de un plan superior capaz de unir a los países europeos en un sentido cada vez más federal y político, con autonomía en política exterior y dotados de su propio ejército, capaz, es decir, de superar la lógica financiera para poder interpretar verdaderamente el papel de un sujeto internacional de importancia primordial.
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